16 de junio de 2016
El inicio del curso académico 1990-1991 comenzó en la universidad ovetense con la lección inaugural impartida por don Francisco Quirós Linares, catedrático del departamento de Geografía. El tema sobre el que el veterano docente disertó fue los cementerios españoles en la primera mitad del siglo XIX bajo el título “El jardín melancólico”. Este estudio me sirvió para presentar a mis alumnos la inherente conexión que hay entre la ciudad de los vivos y la que he venido en llamar la ciudad de los muertos cuando explicaba la unidad didáctica de Geografía Urbana. A partir de este momento fui madurando la idea. Resultó y ahí comenzó mi interés por conocer los cementerios de Priorio, Avilés, Grado…, son algunos de los que he frecuentado.
El tema puede parecer que responda a una cierta sordidez, pero quienes recorren el cementerio virtualmente a través de una presentación fotográfica o bien ponen en práctica esta máxima, “la ciudad de los muertos es un libro que se lee con los pies”, cambiarán rápidamente de opinión y verán con otros ojos el lugar del descanso, del reposo de nuestros seres queridos porque cementerio es un vocablo que procede del griego kometerion y del latín coemeterium, cuya traducción es dormitorio.
El objetivo de este artículo tiene por finalidad aprovechar este cementerio como un recurso didáctico a partir de dos principios básicos por los que apuesta el sistema educativo, y que algunos docentes son en cierto modo reacios a ponerlos en práctica: la interdisciplinaridad y el trabajo cooperativo; no obstante parece oportuno establecer una referencia espacial y temporal de nuestro camposanto antes de identificar en él aquello que podemos mostrar a nuestro alumnado o a cualquier grupo de personas interesadas en el asunto.
La ciudad de Oviedo tuvo su primer cementerio a principios del siglo XIX. Los profesores Sergio Tomé Fernández y Carmen Bermejo Lorenzo lo datan en 1808, sin embargo la bendición por el obispo Gregorio Ceruelo fue ocho años más tarde. Aquel cementerio bajo la advocación de San Cipriano en las inmediaciones del Prao Picón fue poco a poco superado por el actual, el cementerio de El Salvador, que fue bendecido por el obispo Fray Martínez Vigil en el año1884. Se han cumplido ciento treinta años y dentro de dos años se cumplirán doscientos del antiguo del camposanto. Conocida brevemente la historia de la habilitación de espacios para inhumar a los ciudadanos que iban falleciendo intentaré identificar qué es lo que nos aporta nuestro camposanto y cómo se puede aprovechar esa información desde diferentes disciplinas.
La topografía, la orientación y la litología han condicionado la elección del lugar en contra de otras opciones como La Manjoya, detrás de la Casa de Pólvora, o El Pradón, Truébano, en Trubia. El lugar tenía que estar alejado a más de 2 km de la ciudad de acuerdo con la Real Orden de 17 de febrero de 1886 para ciudades con más de 20. 000 habitantes. Oviedo sobrepasaba esa cifra y anticipa la construcción del nuevo cementerio cinco años -1881-. La finca La Granda del Bosque en la que se ha construido cumplía prácticamente todos los requisitos pues los vientos del sur difícilmente afectan a la ciudad y por eso se vería libre de malos olores; la litología en la que dominan materiales de la era mesozoica -Cretácico- facilitan la descomposición de los cadáveres y son terrenos pobres. El cercano topónimo Los Arenales puede corroborar esta cuestión. Sin querer los departamentos didácticos de Geografía e Historia y Ciencias Naturales tienen un primer referente para establecer el punto de partida.
La planimetría con la cerca de mampostería –mucho se ha hablado de ella siempre y de su estado-, los pilares de ladrillo y la rejería neogótica son otro aspecto a tener en cuenta esta vez desde una concepción plenamente artística. Nuestro cementerio recuerda en su planimetría a una planificación romana a partir de sus dos ejes principales en dirección norte-sur y este-oeste y a partir de ellos se dispone el viario secundario que va delimitando el espacio en el que se ubican los enterramientos. La combinación de dos elementos constructivos, piedra y ladrillo, que representaba lo noble y lo popular respectivamente fue empleada por los romanos y el ladrillo sobre todo por los árabes. La rejería nos lleva a una época más cercana, a la baja Edad Media, al estilo gótico. La portada tampoco nos deja indiferentes porque es un reclamo claramente historicista inspirado en la Edad Media y vuelve a repetirse en el cementerio de Grado; no en vano estamos hablando del mismo arquitecto, Juan Miguel de la Guardia. Ese gusto por recuperar la Edad Media, tan denostada en la época siguiente, surge en el siglo XIX y aquí una vez más se reitera en la capilla claramente neogótica al igual que en Priorio.
La entrada por el sur y en sentido ascendente finaliza ante la puerta de la capilla. Un recorrido con la vista girando en redondo nos permite afirmar que estamos en la ciudad del ensanche al contemplar los mausoleos y panteones. Allí están los enterramientos de familias de renombre como Masaveu, Caicoya, Herrero, Figaredo...que eligieron modelos inspirados en la Antigüedad Clásica o en el Prerrománico, Románico, Gótico, sin olvidar algunos más recientes con aires más modernos e incluso vanguardistas. Estamos ante una muestra de arquitectura funeraria digna de atención. Muy cerca de la capilla se han construido los panteones de órdenes religiosas, canónigos y de algunos sacerdotes que fallecen en la casa sacerdotal diocesana. Son los hoteles y palacetes del ensanche e incluso los palacios del casco histórico que comparten espacio con los panteones, lo que llamaríamos la vivienda burguesa ubicada en las parcelas que delimita la cuadrícula. La nobleza de esta arquitectura es menor, pero muchos panteones aportan otro recurso de vital importancia, el retrato. El antiguo ius imaginum de los patricios llega a la burguesía. Podemos encontrar retratos de busto, retratos en relieve dentro de un medallón, retratos de cuerpo entero, retratos de niños y niñas.....y una buena colección de dolientes, custodios, verónicas....acompañados de alegorías de la fe, esperanza, muerte....sin olvidar también otros motivos relacionados con la profesión de los finados; por ejemplo la tumba de Juan Miguel de la Guardia, que pasa desapercibida, muestra en relieve el cartabón, compás, plomada, reloj de arena, antorcha, guadaña....que pueden tener doble lectura, simbología de la muerte, pero también de la masonería. Otro ejemplo es el panteón de la familia Buylla que se decora con la copa y la serpiente porque algunos de sus miembros practicaron la medicina. La copa es una representación de la diosa Higía, hija de Asclepio, que era considerada como diosa de la curación, limpieza, salud, higiene. La serpiente, que renueva periódicamente su piel, es el símbolo del rejuvenecimiento. Dentro de este espacio han trabajado artistas como el ya citado La Guardia, Víctor Hevia -monumento al cabo Noval-, Cipriano Folgueras....
La vista nos permite identificar en las zonas más alejadas las baterías de nichos, son los bloques de pisos de la ciudad, en un espacio más alejado del centro y propio de las clases más modestas. Estos enterramientos aún conservan en las lápidas los agujeros originados por las balas que allí se estamparon como consecuencia de los conflictos bélicos de los años treinta del siglo pasado. Los nichos en cuanto a su aparición hay que retrotraerlos a finales del siglo XVIII, no exentos de problemas en cuanto a la calidad de los materiales constructivos. Los enterramientos de los niños de las clases bajas y una actuación de nichos subterráneos son otros dos ejemplos sobre los que conviene detenerse. El primero porque permite concluir que al faltar los progenitores los hermanos que los han sobrevivido, a veces ni siquiera los han conocido, descuidan el mantenimiento de esos enterramientos y por eso se ha llevado a cabo una actuación de recuperación en este lugar. El segundo como salida ante el incremento de las inhumaciones, que ha quedado aparcada tras la práctica de la incineración y la construcción de columbarios en las parroquias.
Los sepulcros y nichos aportan también una valiosa información a partir de los apellidos así como la edad a la que fallecieron, permitiendo hacer un estudio de la evolución de la esperanza de vida en el marco temporal de una centuria. Arquitectura y escultura funeraria, especulación y segregación social en el espacio, así como los enterramientos de etnia gitana son el mejor ejemplo para que nuestro alumnado entienda la historia de nuestra ciudad en poco más de un siglo.
Un complemento importante es la vegetación. La presencia de árboles y arbustos tiene su justificación porque la fragancia que desprenden contribuye a atenuar los malos olores como consecuencia de la precariedad de algunas construcciones funerarias. El cementerio ovetense cuenta con cipreses, tuyas, magnolios, laureles, arces.... entre las especies de porte arbóreo a las que se unen parterres y setos, estos adoptando esquemas que recuerdan a los jardines de estilo francés y otras veces dispuestos individualmente. La inclusión de la vegetación en el marco urbano ya sea en la ciudad de los vivos o la ciudad de los muertos es un legado que se remonta a civilizaciones antiguas como la romana y la musulmana. Estamos ante una aportación en la que tiene cabida los departamentos de Ciencias Naturales -especies vegetales- y Geografía e Historia.
El nuevo cementerio ovetense al construirse avanzado el siglo XIX tenía que responder a las nuevas formas de pensar. La Iglesia, pese a seguir teniendo un peso importante en la sociedad de finales del siglo XIX, ya no tiene monopolizado el pensamiento porque han irrumpido nuevas corrientes ideológicas. Clarín lo deja bien claro en la preocupación del magistral al cuidar la catequesis de aquellas jóvenes para que no cayesen en la tentación de apartarse de la fe. El proletariado, la forja del movimiento obrero, el nacimiento de partidos socialistas y sindicatos, las internacionales obreras proponen y defienden un modo de vida alejado de la religión y por ello hay que buscar un espacio en el que sepultar a sus muertos. Este no es ni más ni menos que el cementerio civil. ¿Qué relevancia tiene esta parte del cementerio hoy integrada totalmente en el cementerio ya recrecido?. El acceso al cementerio civil se realiza por un templete grecorromano obra del arquitecto Aguirre. La elección de arquitectura pagana tiene su plena justificación porque en él se inhuman aquellos que han vivido fuera de la Iglesia. El primer entierro civil fue el 12 de septiembre de 1884. Allí se inhumó al republicano y masón Juan G. Ríos. Paloma Ríos investigó sobre este sepelio y ha encontrado semejanzas entre el entierro civil de don Santos Barinaga -La Regenta- y el entierro de Ríos. Al pie de la tumba construida por Juan Miguel de la Guardia para este coherente, honrado y abnegado ciudadano el profesor de Lengua Castellana y Literatura puede explicar cómo el novelista consigue que la palabra se transforme en fotografía, tras presuponer que asistió al entierro civil. Asimismo, la visita puede completarse con la identificación de epitafios para estudiarlos desde el punto de vista lingüístico.
Finalmente el cementerio ovetense consta de un monumento en el espacio cristianizado y una fosa común fuera de él. El primero es un monumento a los caídos por Dios y por España una vez que Asturias cae en manos de los nacionales y el otro es la fosa común en la que descansan aquellas personas que fueron ajusticiadas entre 1937 y 1952 cuyo número asciende a 1196; de este número 1084 están identificados con nombre y apellidos y 112 no lo están. Solamente hay ocho mujeres enterradas en esta fosa que ocupa una superficie de 250 m2. No se trata de abrir heridas, simplemente inculcar a los alumnos el respeto por el prójimo, piense como piense, crea en lo que crea; en una palabra fomentar el respeto y la defensa de la dignidad humana.
El cementerio nos ayuda a conocer el medio, a comprender la convulsa sociedad fruto de las circunstancias políticas, sociales, económicas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, a acercarnos a la vegetación, a identificar cómo reproducimos nuestra vida terrenal una vez que esta finaliza y a conocer la producción literaria que se desarrolla en algún momento en este lugar. Ahí queda esta propuesta y por eso tengo a bien a animar al profesorado a ponerla en práctica y mejorarla.
Ángel de la Fuente Martínez, es profesor de Geografía e Historia e Inspector de Educación.